Santos Chávez fue un reconocido grabador mapuche; un prolífico, poético y multifacético artista profesor que también incursionó en la acuarela y óleo. A veinte años de su muerte, la fundación que lleva su nombre, difunde y pone en valor su legado, celebra los 13 años desde su creación con la apertura de su sede en el cerro toro, el Valparaíso, y una muestra de textiles inspirados en su obra artística.
Cuatro días alcanzó a funcionar Kallfu Mapu (lugar azul, en mapudungún), el centro cultural ubicado en Valparaíso que, a través de la Fundación Santos Chávez, custodia el legado del célebre artista chileno, quien, gracias a su depurado manejo de la xilografía, es reconocido como uno de los mayores grabadores de Latinoamérica. Cuatro días que cobran relevancia, ya que durante años sus integrantes -al principio liderados por su viuda, Eva Chávez, también fallecida lucharon para crear este espacio dedicado a salvaguardar, dar a conocer y perpetuar la obra y memoria de este artista con raíces mapuches, que llegó a exponer en el MoMA y en el Metropolitan de Nueva York.
—El estallido social y la pandemia hicieron de las suyas con nosotros; forzándonos, preventivamente, a cerrar las puertas, cuando recién a fines de 2019, después de muchas gestiones y esfuerzos, inaugurábamos esta sede en un inmueble cedido en comodato por Bienes Nacionales, en 2014 —recuerda Juan Pablo Scarella, presidente de la entidad emplazada en Cajilla 811, en el cerro Toro, a pocas cuadras de la iglesia La Matriz y la plaza Echaurren, en el barrio Puerto.
Discípulo de Tole Peralta, Julio Escámez, Gregorio de la Fuente y Nemesio Antúnez, Santos Segundo Chávez Alister (1934-2001) nació en Canihual, un poblado en la provincia de Arauco, rodeado por praderas y bosques. Si bien su historia de infancia es confusa, se sabe que a los 12 años quedó huérfano y, siendo el menor de 8 hermanos, trabajó como pastor de cabras, época en la que afiató su vínculo con la naturaleza y la cosmovisión mapuche, mientras ocasionalmente asistía a la escuela.
Fascinado por el misterio de los astros y los poderes que ellos atribuían al cosmos, a los 14 años se estableció en Concepción, con el sueño de estudiar Astronomía O Música. Tras subsistir desempeñándose en distintos oficios, tempranamente se impregnó de la efervescencia artística que se vivía en la ciudad y descubrió su pasión por el arte. Becado ingresó a la Sociedad de Bellas Artes de Concepción, incursionando en la acuarela, la litografía y la xilografía, antes de abandonar sus estudios y trasladarse a Santiago, donde de la mano de Pedro Millar llegó al Taller 99, lugar que se transformó en su verdadera escuela y dio un impulso a su carrera. Tras perfeccionarse en México y Estados Unidos, en 1977 se autoexilió en Suecia y en Alemania, lugar en el que formó parte de la Asociación Nacional de Artistas y también conoció a Eva, quien no solo se convirtió en su mujer, sino que también lo ayudó a profesionalizarse, aunque sin abandonar nunca la técnica simple y simbólica que caracteriza su obra.
—Juntos volvieron a Chile en 1994; se establecieron en Recoleta y, por un tema de clima, luego en Reñaca, cuando Santos ya estaba muy afectado por un violento cáncer, que le estaba haciendo perder la movilidad en un brazo. Viviendo en la V Región decidió dejar su legado en Valparaíso, lugar que le encantaba. Por eso Eva dedicó sus últimos años -murió en 2015- a recuperar, ordenar y clasificar sus obras; incluso dio con esta casa, que estaba en desuso y a muy mal traer, e hizo las primeras gestiones para convertirla en un dinámico espacio cultural tras recuperarla íntegramente -señala Juan Pablo Scarella, quien como arquitecto lideró el proyecto de rehabilitación. Rehicieron las instalaciones eléctricas y sanitarias, repusieron la techumbre y el piso, además de abrir tabiques para integrar espacios, dejando a la vista toda su estructura de madera original.
—El año pasado además tuvimos que hacernos cargo de nuevas filtraciones y problemas de humedad, pero hace unos días logramos reinaugurar nuestra sede con una exposición, abierta al público, de textiles de gran formato, desarrollados por Viviana Rantul y un grupo de artesanas del sur, que recrean y reinterpretan algunas obras del gran Santos Chávez.
Al fin, estas piezas cargadas de simbolismo, junto con una selección de grabados originales del artista, vuelve a dar vida a este lugar patrimonial, potenciando y dando a conocer un imaginario poético -destaca el representante de @fundación.santos.chavez. VD
La exposición titulada “El tapiz honra la poética imaginaria de Santos Chávez” marca la reapertura de Kallfu Mapu.
De azul, uno de los colores favoritos del artista, se pintó la fachada del centro cultural.
La muestra, curada por Cristián Castillo, reúne 5 telares y 10 grabados.
Mujeres plácidas, soles rojos, pájaros, lunas, espigas, cabras, flores, volcanes y otros elementos son parte de su imaginario.
Muros de piedra y albañilería visten uno de los espacios de exhibición del primer piso.
Junto a patio de luz, una escultura recrea la obra “Alegría de vivir” (1993).
En el Acceso una pieza de gres, de Polimnia Sepúlveda, también tributo a Chávez.
La fuerza y el simbolismo de su imaginario fue lo que cautivó a Viviana Rantul, quien junto con otras artesanas de Purranque recreó 7 obras a telar.
Santos Chávez en su taller en Berlín, 1992. Nunca dejó de representar su tierra, los paisajes y el mundo mapuche,
Entre gubias y una matriz, una cuchara, elemento imprescindible usado por el artista para presionar el papel y definir los detalles de cada xilografía.
Fuente: El Mercurio